M.ª Jesús Soler Arteaga (Sevilla, 1977) es licenciada en Filología Hispánica y doctora por la Universidad de Sevilla. Actualmente ejerce como profesora de lengua y literatura en un instituto de secundaria y es investigadora del grupo Escritoras y escrituras de la Universidad de Sevilla. Ha participado en congresos y jornadas y tiene publicados numerosos artículos en los que aborda la obra de autoras como E. Soriano, C. Conde, C. Lagos, etc., y se ha encargado de la edición de la antología Palabras, palabras, palabras… Escritoras románticas sevillanas (2006). Próximamente se publicará Elena Soriano: Mujer y ensayo.
En cuanto a la faceta creativa ha participado en las antologías de poesía No quedará la noche (2004), Poesía viva de Andalucía (2006) y Homenaje a la Generación del 27 (2009), en el libro colectivo de relatos Desde ellos (2005), en la muestra de poesía del siglo XXI Prometeo Digital y en las jornadas Poesía Última de la Fundación Rafael Alberti (2006), es autora de los poemarios Las horas muertas (2008) y Ciudad imposible (2005) del que se han seleccionado poemas para una plaquette titulada At the end of the day con traducciones realizadas por el profesor Curtis Bauer de la Universidad de Texas y ha colaborado con distintas revistas como Ágora, Mester de Vandalia, Horizonte, Cuarto Creciente, La piedra del molino, etc. Jurado de diversos premios literarios y ganadora del premio Voces Nuevas 2007 y del VI Premio Noches del Baratillo con la obra Recóndita armonía.
En cuanto a la faceta creativa ha participado en las antologías de poesía No quedará la noche (2004), Poesía viva de Andalucía (2006) y Homenaje a la Generación del 27 (2009), en el libro colectivo de relatos Desde ellos (2005), en la muestra de poesía del siglo XXI Prometeo Digital y en las jornadas Poesía Última de la Fundación Rafael Alberti (2006), es autora de los poemarios Las horas muertas (2008) y Ciudad imposible (2005) del que se han seleccionado poemas para una plaquette titulada At the end of the day con traducciones realizadas por el profesor Curtis Bauer de la Universidad de Texas y ha colaborado con distintas revistas como Ágora, Mester de Vandalia, Horizonte, Cuarto Creciente, La piedra del molino, etc. Jurado de diversos premios literarios y ganadora del premio Voces Nuevas 2007 y del VI Premio Noches del Baratillo con la obra Recóndita armonía.
Selección poética:
RECODO
Los mismos kilómetros, cada día,
luz amarillenta del mediodía,
luz cenizosa de la noche,
sin embargo cada día el camino
es igual y distinto;
el recodo no sabe de horas
y espera que describas
su trazo inmenso y gris.
Ves el paisaje o sólo lo intuyes,
repasas lo que dijiste,
lo que tenías que haber dicho,
lo que se queda en el tintero
reseco y negro, hondo como un pozo.
La curva no pregunta,
te escupe de su seno
con las respuestas que ya no darás.
CIUDAD
Caminarás las mismas calles,
envejecerás en los mismos barrios, encanecerás
en las mismas casas].
Siempre acabarás en esta ciudad.
Kavafis
Dejé el libro abierto sobre la balda
inferior de la mesa de trabajo,
pensé en esas palabras del poeta
acerca de la ciudad, en la que su destino
concéntrico trazaba espirales sin descanso;
pensé en las palabras marcadas,
las que subrayé y copié en mi cuaderno,
en que nada de aquello me bastó,
me empeñé en escribir
de mi puño y letra mis impresiones
vagas y desdibujadas sobre una ciudad
que no habité más que en la estación del mediodía,
en las paradas de autobuses
de recorridos circulares
y en lugares de paso
a los que volver es siempre obligado.
COPAS A LAS 6
Tacones imposibles, perlas falsas,
negro intenso insinuando la congoja
y curvas impostadas bajo el crespón.
Copas a las seis en la barra
de bares elegantes, tugurios
de mala muerte donde se declinan
los martinis blancos sin guarnición.
Diálogos imposibles, besos falsos,
negro intenso insinuando la congoja.
AGUA
Me senté en aquella terraza
que bañaba el sol en verano.
Había pedido agua, un vaso doble.
Me perdí mirando los arañazos
del cristal envejecido y gastado.
Empecé bebiendo con parsimonia
tragos largos que me dejaban sabor a nada.
Luego apuré el vaso hasta el fondo;
pedí más, como si la sed
me perteneciese a mí por entero
y no importasen más que aquellas marcas,
no pensé en el agua saltando
entre las piedras ni en la fuente,
sólo en aquellas marcas.
Agua en un vaso gastado,
en una terraza sin sol.
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